miércoles, 4 de abril de 2012

JUST DO IT

Un escalofrío cortocircuita mi acelerada respiración y noto como se me eriza la piel. Acto seguido un irreprimible ataque de risa, no puedo parar de reír: acabo de cruzar la meta de mi primera maratón. He pensado tanto en este momento y lo había imaginado de tantas formas distintas...Como todas las grandes experiencias, hay que vivirlas en carne propia para saber lo que son.

Empecé a correr de forma regular a los 20 años por aquello de estar en forma. Poco a poco le fui cogiendo el gustillo y aumenté la frecuencia de mis salidas así como la distancia recorrida en éstas. Pero hasta este 2012 nunca me había decidido a competir. Siempre me he apartado de este mundillo friki de las carreras, triatlones, esa gente que convierte las cenas en vacuas conferencias a cerca de geles energéticos, camisetas térmicas de última generación, relojes capaces de descifrar integrales y toda suerte de artilugios que sofistican un deporte tan sencillo como correr convirtiéndolo en un lujo sólo al alcance de algunos bolsillos. Tanta palabrería no es más que eso, teoría y yo siempre he preferido la práctica.

Se ha escrito mucho sobre los célebres 42,195 km, pero todo son opiniones. No hay un manual para correr un maratón, en todo caso lo hay para motivarse, para seguir un buen entrenamiento, pero una vez en carrera lo bonito es disfrutar del momento. Es algo sencillo de entender: si sigues el trazado marcado tarde o temprano cruzarás la meta. La carrera no engaña a nadie, no hay más rival que uno mismo. No veo la necesidad de ir repitiéndome Impossible is nothing o Where is the limit, ambos célebres eslóganes en el marketing deportivo. Es cierto que hay una parte de pre-carrera que es también muy importante; los libros que puedas leer, los foros, las conferencias de motivación...ellos te pueden empujar a correr, a preparar el reto, pero una vez en carrera hay un eslogan que, en mi opinión, capta la esencia de todo reto deportivo: Just do it.


Preparados, listos...

Suena el pistoletazo de salida y Juan, Jorge y yo emprendemos el viaje. Los primeros km son muy pesados: demasiada gente, un calor humano asfixiante, codazos y tropezones, hay que ir cogiendo el ritmo, la gorra me molesta...etc. Empiezo a sentirme cómodo en el km 10 o 12 aproximadamente, se crean más espacios aunque tampoco es como para echar cohetes. El recorrido es precioso y hay tramos en los que realmente se me pone la piel de gallina de la cantidad de gente que hay jaleándonos.
Al paso por la media maratón, Juan, un experto en la materia que corre mucho mejor que yo, me dice que empieza la verdadera carrera. Absolutamente todo el mundo me ha hablado del mitificado km 30, más conocido como "el muro", hasta el punto que me espero poco menos que una lipotimia para cuando pase por ahí. Sin embargo estoy tan pendiente de si estarán mi hermana, mi cuñado y mi sobrina, que no me obsesiono con mi estado físico. Juan tiene molestias y pierde ritmo. Lo intenta pero no puede y nos pide que sigamos sin él. Eso me trastoca un poco los planes, no me lo esperaba, pero hay que afrontar los contratiempos. Ni rastro de mi familia, pero no me preocupo, estarán más adelante.

Jorge, Juan y un servidor en plena carrera

Las piernas empiezan a estar rígidas, no obstante llego sin dificultades al km. 35, donde se encuentra mi novia. Su cara a mi paso es un poema. Está más nerviosa que yo y se bloquea al verme. Ni siquiera puede gritar para animarme, sólo saludarme y hacerme una foto. Sus nervios me emocionan, me demuestran que no estoy solo sino que los míos están también corriendo estos 42,195km en su mente y en sus corazones.

Queda lo mejor de la carrera, l’Arc del Triomf, con un ambientazo único, empiezo a ver que lo que estoy haciendo es muy grande. Las calles están atestadas de gente gritando. Cómo lo agradezco, me dan alas. Jorge empieza a estar justito, el último plátano le ha entrado cruzado. Pero vamos a llegar a la meta juntos, tiro de él con todas mis fuerzas. No me puede abandonar ahora, me niego. Al paso por la plaza Catalunya la gente me lleva en volandas. Catedral, Plaça St. Jaume, Rambles...y ahí, debajo de la estatua de Colón están mis dos niñas: mi querida y admirada hermana y cogida de su mano su fotocopia versión 3 añitos. Mi hermana tarda en verme y cuando lo hace grita apasionada. Mi sobrina sólo mira alucinada, parece no entender nada (luego me enteraré de que sí, y de que a mi paso ha dicho que el año que viene quiere correr conmigo...). Verlas me da el empujón definitivo para afrontar el Paralelo, probablemente la parte más fea de la carrera, pero el público abarrota los dos lados. Voy adelantando corredores, algunos caminando, otros parando a estirar, otros debatiéndose entre seguir o abandonar, cadáveres que se arrastran para tratar de llegar. Les animo, no se puede abandonar cuando faltan 1.500m (pero creedme si digo que hay quien lo hace, esa es la crudeza de una maratón). Y entonces, paso por el km 42...en 200 metros seré maratoniano. Sprint final y cruzo la meta...el resto, ya lo he explicado.

Ha sido un gustazo, he llegado muy dignamente a la meta, sin sufrir y lo más importante: disfrutando en todo momento. Disfrutando al principio del paisaje, más adelante de las buenas sensaciones cuando mejor estaban mis piernas y luego he disfrutado del placer de cada zancada sin pensar en si me dolían o no las piernas, simplemente corriendo: Just do it.

¿El truco?

El único truco para correr una maratón es que te guste correr. Si no, no tiene ningún sentido hacerla.
No existe una fórmula mágica ni una guía para la maratón. En mi caso puedo decir que no pensé en la meta hasta que faltaron 200 metros, en ningún momento calculé cuánto faltaba o cuánto llevaba...simplemente corrí; no quería convertir la maratón en algo que sólo disfrutas una vez cruzada la meta. Para lograr un éxito completo juzgué imprescindible disfrutar de cada zancada y de cada mini sensación de las muchas que me abordaron a lo largo de las 3 horas y 17 minutos que estuve corriendo. Probablemente podría haber tardado menos si hubiera apretado más los dientes, pero no me atreví, pensando que entonces podría quedarme en el camino. Además si lo hubiera hecho no habría disfrutado la carrera. Y me quedo con la sensación de que si respetas a la carrera, ella te respeta a ti.